Eramos un grupo bastante numeroso, pero por alguna razón que solo Diós sabe, siempre hay personas que no solo sobresalen en los grupos, si no que de alguna manera tendemos bien a asociarnos con ellas o a rehuirlas. Entre las mujeres con las que compartí mis once días de encierro, vale la pena mencionar:
Adriana. Un caso típico de cómo a una persona sana —qué irónico, lo que yo diera por no haber nacido defectuosa— la echan a perder. Dicen que los padres tenían mucho dinero pero que nunca la atendieron, así que ella decidió entrarle a las drogas, con los consiguientes daños irreversibles al cerebro. Ya el manicomio era su segunda casa. Entraba y salía a cada rato. Podía ser agresiva y voluntariosa, quizá por eso, y no por ser lesbiana, la tenían en una habitación para ella sola. Era bonita, guapa, aunque convivimos poco me caía bien y en ocasiones era muy divertida, jajaja, ahora recuerdo que le gustaba cantar y a veces en las madrugadas despertaba a las del cuarto de a lado, creo que era Juanita, jajaja, era muy gracioso cómo le gritaba que se callara.
Alma.
Al tratarla cambió mi juicio respecto a las mujeres que se dan al
autoabandono por un hombre. Era cuarentona, y a pesar de lo mal que
estaba emocionalmente y que se reflejaba en su apariencia, podía uno
notar que era guapa, y de seguro en su juventud arrancó suspiros a
muchos. Fue una de esas personas que me dio su cariño porque había bondad
en ella. Me bastó conversar un par de minutos para quererla y admirarla.
Me doblaba la edad pero le gustaba que yo la escuchara y le diera
ánimos. En este momento estoy a punto de llorar. Dios te bendiga, mujer.
Karla.
Nunca me pareció confiable y menos después de enterarme que le había
robado a varias compañeras. Es de esas locas por las que tenemos mala
fama. Era esquizofrénica y todo el tiempo, en serio, se la pasaba
embarrándose maquillaje al por mayor. Desesperante. Ahí de ti que se
imaginara que la estabas mirando porque se frenetizaba. Decía que había
sido miss universo y se comportaba como si el manicomio fuese una
pasarela. Su energía era muy negativa. Siempre nos mantuvimos a
distancia.
La Enana. Jajajajaja,
el apodo se lo llevó del manicomio. Era insoportable y aunque tuviera
cigarros siempre estaba pidiendo, pero si tú le pedías uno, bueno,
armaba una tragedia griega. Una vez Nora y yo tuvimos un pequeño
pleitillo con ella, fue por cigarros, pero no recuerdo detalles. Decía
que era millonaria. Lo dudo. Además se vestía espantosa y tenía una
bolsa horripilante, más corriente que ella, jajajaja, y es mucho decir,
que no soltaba yo creo que ni para dormir. Era envidiosa, jajajaja, por
eso ha de haber empezado a hacerle la competencia a Karla en eso de
ponerse como anuncio de colorines, jajajaja. ¡Ah, no, ya me acordé!,
por eso me desesperaba, porque sí, hacía lo mismo que Karla, con la
diferencia de que Karla se dejaba las plastas de maquillaje y La Enana se
lo ponía y se lo quitaba cada cinco minutos.
La
ninfómana. Qué mujer tan desagradable. Vulgar. Daba asco. Además era muy
agresiva, pero logramos que al siguiente día de que entrara la
mantuvieran encerrada y amarrada, gritándonos quien sabe cuánta cosa,
pero no la escuchábamos.
Creo que voy a parar de seguir escribiendo, los recuerdos son tan dolorosos que hasta el alma siento que se quiebra en mil pedazos.
Creo que voy a parar de seguir escribiendo, los recuerdos son tan dolorosos que hasta el alma siento que se quiebra en mil pedazos.
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